miércoles, 19 de noviembre de 2014
CAPITULO 6
—Sabes que no te corresponde decirle a Paula lo que pasa
¿verdad? —gritó mi hermano Eduardo.
Estábamos sentados en la guarida de la casa familiar. Era el
sexto aniversario de la muerte de Joaquin, la noche en que estuvimos con él. El secreto que quema dentro de nosotros, los eventos de esa noche aún está con nosotros.
—Solo la estoy llamando para contactarla. Ver si lo está haciendo bien. ¿Es eso un crimen? —le respondí a la vez que me recosté por la chimenea con el teléfono en mi oído.
La verdad era, que tenía más en mi mente que contactarla.
Vi el dolor en los ojos de Paula esa noche cuando tuvo que identificar sus restos junto con su hermana. La imagen siempre será acido para mi herida. Paula también me había dado la espalda en el funeral de Joaquin.
Descubrí, que seguía enojada conmigo. Vamos ¿Quién la
culparía? Pero ella realmente necesitaba saber la verdad. El problema, era que eso podría destruir a muchas personas que estuvieron envueltas esa noche. Personas con reputaciones que proteger. Todos sabíamos, que la gente, los funcionarios no se detendrían ante nada para mantener a los denunciantes en secreto. No le temía a nada, solo
que Paula no saliera herida en el proceso. Solo esperaba el momento perfecto en que las cosas se pusieran en orden. Pero hasta entonces…
—¿Tuviste suerte? —preguntó Eduardo.
—No contestó.
—Tal vez la debiste de llamar en privado. Estoy seguro de que aún piensa que los hermanos Alfonso somos más que problemas.
—Sí, claro.
—¿Piensas que nos culpa por lo que le pasó? ¿A Joaquin?
Me encogí de hombros tratando de ocultar mi decepción. ¿Por qué diablos me importaba lo que Paula pensara de mí? No era porque éramos cercanos o algo.
—¿Por qué no tratas con el número de su abuela?
—No. No creo que sea una buena idea, ¿verdad?
—Sabes que estás en lo correcto. La investigación sigue en pie.
Mejor déjala en paz, hermano. —Eduardo tomó un sorbo de su agua embotellada. Era temprano un sábado por la mañana y la nieve empezaba a caer suavemente.
Salté sobre mis pies muy enojado. No sabía lo que amargó mi estado de ánimo de repente. Solo me encontraba tan enojado ahora mismo.
Paula Chaves.
¿Por qué diablos está esa chica dominando todos mis putos
pensamientos? Es como si estuviera poseído por ella o algo.
La he conocido desde que estuvimos en secundaria.
La conocí antes que Joaquin.
Congeniábamos en clase de Bio. Fuimos compañeros de
laboratorio en noveno grado.
Tenía un tipo de atracción por ella entonces, pero ella no lo supo.
Salía con Jacqueline al momento del último año. ¿Me pregunto que estará haciendo ahora? Jackie en serio sabía cómo mover el trasero.
Podría saber todo tipo de trucos. Los retorcidos pensaban que causaba que mi ingle se estremeciera. Sí, todo eso era físico, pero Paula tenía un efecto diferente sobre mí. Era muy extraño.
De cualquier forma, no era el chico indicado para Paula. Lo sabía en ese entonces. Tenía muchos problemas. Aún los tengo. Ella luce tan diferente a las demás chicas. Tranquila, muy educada. Mantenía su cabeza en sus libros y sus pensamientos para ella misma. Era muy dulce e inocente.
No durmió con nadie como las otras chicas que conocía en ese entonces. Por eso era que se encontraba muy enojado cuando Joaquin fue por ella. Él quería la primera elección.
Nos metimos en eso un rato y me sentía muy refrescado.
Luego, vino hacia mí para hacer las cosas correctamente. Le dije que abandonara a Paula. Pienso que fue ahí cuando escuchó nuestra conversación en la cafetería una tarde, y desde ese entonces, las cosas no habían ido bien.
Si ella solo hubiera sabido que trataba de escatimar su corazón roto para después.
¿Por qué diablos me preocupaba tanto por esta chica?
Ella tenía algún tipo de puro e inalterable agarre sobre mí.
Un tormento interior empezó a roerme desde ese día. Sabía que me culpaba. Sabía que quería más detalles sobre lo que pasó esa noche. La prensa había dicho sobre una fiesta de fraternidad que había salido mal. Pero fue más que eso. Mucho más. Si solo supiera cuántos demonios se descubrirían si la verdad se sabía. Dudo que entendiera.
—¿A dónde vas? —preguntó Eduardo.
—Parece que la tormenta va a caer pronto, voy a llenar el tanque.
—Tomé mis llaves del mostrador.
—Buena idea. No queremos que la línea de gas se congele en nosotros otra vez.
—Sí. Lo bueno es que papá no te deja manejar las cosas aquí mientras él no está. —Sonreí. Bromear él uno al otro no era nada nuevo aquí.
Eduardo frunció el ceño.
—Lo que sea. —Levantó la botella de agua hacia sus labios otra vez—. ¿Quieres que vaya contigo? Ya sabes, en caso de que te pierdas, hermano.
Levanté una ceja y moví la cabeza.
—Sabes que si pierdes tu trabajo del día, pierdes la comedia.
Lanzó una almohada del mueble hacia mí, pero fui más rápido y agaché mi cabeza a tiempo.
—También, el básquetbol no es un área que deberías probar.
—No eres gracioso, Pedro.
—No estoy tratando de serlo.
Tomé mi fina sudadera con capucha termal, la puse encima de mi camiseta y abrí la puerta al garaje. Pensé que no tenía mucho que llevar, solo iba a la gasolinera bajando la colina.
Cerca de veinte minutos después, sí, eso me tomó ir hacia donde necesitaba ir, pensaba que se suponía que tenía cinco minutos de distancia. Aún no había buscado la gasolinera. Las gomas estuvieron tan arruinadas. Había hielo y nieve por todas partes. La nevada también empezaba a intensificarse. Lo bueno, era que sabía conducir en cualquier tipo de condición climática. Pero solo podía ir tan lejos con menos de un cuarto de tanque.
Cuando fui a la gasolinera se encontraba cerrada.
¡Mierda!
Miré el calibre de la gasolina en el tablero. Nada bueno. Acabo de utilizar la mayor parte del gas que queda en el tanque. Necesitaba llegar a otra estación rápido. El todoterreno consume mucho combustible.
Apagué el calentador para conservar energía hasta llegar a la estación, siempre que habría.
Tenía un importante encuentro el lunes en la mañana y no podía permitirme no tener combustible en la máquina para entonces. No había mencionado que papá esperaba que recogiera a la abuela en la parada del autobús en la noche. Eso, si Greyhound1 no se retrasaba o cancelaba debido a las condiciones del tiempo. Ella insistió en tomar el autobús. El abuelo trabajó para Greyhound por décadas antes de irse arriba. Se sentía muy cómoda viajando así entre los estados. Volar no era algo que ella haría. Tenía un severo caso de aerofobia. Todo mundo tiene miedos, nos había dicho cuando éramos jóvenes, todo era cuestión de la actuación a pesar de que nuestros miedos importan. Claro, eso realmente nunca aplicó para la abuela. La amo con locura, pero en ocasiones ella podría ser un poco contradictoria.
La única cosa que a la que le temía la estaba conociendo, había encontrado a la chica correcta pero la dejé irse.
El todoterreno pulverizaba a través de las calles sin limpiar hacia mi destino. Encendí el limpiaparabrisas para limpiar la intensa nieve que caía en el parabrisas. Debía de encontrar una maldita estación de gas pronto.
Pensaba en llamar a Eduardo pero rechacé la idea. Ese pequeño idiota podía ridiculizarme por llamarlo desde la carretera diciéndole que me traiga el otro vehículo.
De ninguna forma le iba a dar esa satisfacción.
Cuando conduje más lejos del pueblo las calles lucían desiertas, casi. Excepto por la nieve cubriendo los carros a la orilla de la carretera.
Las ráfagas de viento eran fuertes y rápidas. Una ventisca era una de las peores condiciones para conducir. Por lo general, el conductor no tenía ninguna visibilidad, pero podía manejarlo. Solo tenía que llenar este tanque como ayer.
Mis ojos captaron algo cuando pasé por un banco de nieve. Un pequeño vehículo se hallaba atascado.
¡Mierda! El conductor había patinado fuera de la carretera.
Giré mi jeep y me dirigí hacia ellos a ver si podría ayudarlos.
Estarían esperando horas antes de ver un vehículo de emergencia o la Asociación automovilística estadounidense, remolque de camión en un día como hoy. Alrededor de este cuello de los bosques, los motociclistas podrían quedarse varados hasta catorce horas antes de que la ayuda les
llegara. En ocasiones era demasiado tarde. Se podría ver eso en las noticias todo el tiempo en esta temporada.
Apagué el motor y salí del vehículo dando un portazo. Fui a la parte trasera de mi vehículo abriendo la puerta para buscar mi pala y mis cables de puente.
Era bueno que tuviera mis botas de trabajo pesado puestas.
Tenía que caminar por la nieve escurridiza que había caído y la nieve se endurecida si había caído antes. Fue un desastre de mierda.
A pesar de que tenía más de ciento ochenta y tres centímetros, esta precipitación era alta, alcanzado debajo de mis mulos. Debía de haber más de noventa y dos centímetros de nieve aquí. Podía imaginarme un niño perdiéndose en esta nieve. Esperaba que no hubiera niños en ese carro que quedó en la zanja de nieve.
Era un Escort plateado de cuatro puertas. El conductor parecía estar desplomado sobre el volante. No tenía idea de si me había escuchado, pero levantó la cabeza antes de llegar a ella y empecé a juguetear con sus engranajes revirtiendo las ruedas de su coche pero no llegué a ningún lado con eso.
—¡Oye! —grité—. ¡Para! —Su escape se encontraba cubierto de nieve, probablemente ella no lo sabía. Podría morir por envenenamiento de monóxido de carbono si no apagaba el arranque y salía del carro. Se dejó caer sobre el volante como si estuviera exhausta de lo que había tratado de hacer.
—¡Mierda! —Probablemente ya estuviera envenenada por el gas.
Tan pronto como pude me acerqué. Le di un golpe en la ventanilla y le indiqué que apagara su motor. Traería mi pala y podría ayudarla a salir de ahí.
Me quede inmóvil en el lugar.
La chica lucía familiar… ¡Oh, Dios, era Paula!
1 Operador interestatal de servicios de autobuses de los estados unidos.
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Buenísimos los 4 caps!!!!! Me tiene atrapada esta novela.
ResponderEliminarMuy buenos capítulos! Me la pasás cuando subas @LauyValenPyP
ResponderEliminarBuenísimos los 4 capítulos!!!
ResponderEliminarBuenisimos los capsss!
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