lunes, 24 de noviembre de 2014

CAPITULO 16





PEDRO


—¿Estás segura que quieres escuchar toda la verdad? —Ofrecí una última vez para escapar del horror de la verdad de esa noche.


Sobre el tipo que creía conocer. El chico del que pensaba estaba enamorado de ella. Sí, había querido decirle desde hace mucho tiempo.


Pero al mirarla ahora. Al verla así... Realmente no quería arruinar su felicidad. Era increíble cómo un tipo como yo podría cambiar las cosas tan rápido. Estando tan cerca de Paula ahora—hacerle daño era la última cosa que quería hacer.


—Sí —dijo ella, levantándose y poniéndose el resto de su ropa. Mi propio cuerpo ardía aún desde hacer el amor dulcemente con Paula. Aun no estaba dispuesto a ponerme toda mi ropa de nuevo. Solo tenía puesto mi bóxer de seda.


Tomé una respiración profunda. Mi mandíbula apretada. Ella
quería la verdad. Se merecía la verdad.


Incluso si le hiciera daño y empañara su recuerdo de Joaquin para siempre.


Pero, diablos, bien podríamos morir aquí hoy. Bien podría sacarlo todo a la luz y seguir adelante. Paula llevaba una cantidad abrumadora de culpabilidad por esa noche. Se culpaba y yo lo sabía. No quiero que tenga que cargar con eso y de paso arruinar cualquier oportunidad para ser feliz que pudiera tener. Esto no era ni siquiera era acerca de mí.


Además, incluso si ella no me quería, todavía merecía saber la verdad para que pudiera seguir adelante y dejar de culparse por algo que no pudo controlar.


—A Joaquin realmente le gustabas, Paula. De verdad lo creo.


—¿Pero...?


—Pero hay muchas cosas que no sabías sobre él —le dije,
tratando de controlar mis emociones.


—Espera un minuto. Dijiste que yo le gustaba. ¿No me amaba?


Volví mi cabeza, tratando de no mirarla fijamente a los ojos.


Simplemente no podía soportar el dolor de lo que estaba por venir.


¡Mierda! No tenía idea de lo difícil que sería.


—¿Qué sabes acerca de esa noche, Paula?


Ella pareció dudar, su expresión facial se retorció de dolor.


—Yo... —Ella enderezó los hombros y me miró a los ojos—. Sé que en parte la culpa fue mía.


—No, no lo fue.


—¿Cómo puedes estar tan seguro?


—Porque...


—Mira, Pedro. Sólo escúpelo, ¿de acuerdo? Sé que algo salió mal esa noche cuando le dije a Joaquin que no me encontraba lista para casarme con él todavía. Sé que él se fue y probablemente fue a algún tipo de noche para chicos a pasar el tiempo y, probablemente, tonteo con otra chica. Lo llevé a hacer eso...


—¡No, no lo hiciste, Paula! —Mi voz era más fuerte y más ruidosa de lo que había previsto. Paula parecía acurrucarse en una pelota.


Paula se mordió el labio, su rostro parecía temblar.


—¿Qué. Pasó? —dijo enfáticamente, su voz fría y uniforme.


—Él estaba enojado esa noche, pero no fue a causa de todo lo que le habías dicho.


—¿Qué quieres decir con eso?


Paula...


—Pedro, esto me está matando. Sólo dime lo que pasó esa noche. ¿Qué escondes?


—La verdad, Paula. Joaquin...


—¿Sí?


—Joaquin tuvo una pelea con su padre esa noche.


El rostro de Paula se tornó más preocupado.


—¿Qué pasó? ¿Por qué no me dijeron eso?


—Porque, era acerca de sus problemas personales por los que terminaron peleando.


—¿Cómo cuáles?


—Su papá, sabes el pez gordo ayudante del fiscal y todo eso.Bueno, él tenía esta imagen de su hijo que quería defender. Él era más poderoso de lo que piensas. Un pedazo de mierda con traje.


—Pedro —Paula se quedó sin aliento.


—Joaquin no era lo que él esperaba en un hijo. Joaquin sabía que él no podía estar a la altura de sus expectativas.


—¿Y?


—Bueno, Joaquin tuvo suficiente. Le dijo que iba a estar con la persona que amaba y eso era todo. No iba a estar llevando una doble vida como su padre o su tío.


—Espera un minuto. Su padre era agradable conmigo. ¿Estás diciendo que realmente me odiaba?


—Oh, no. A su papá le agradabas —dije, mordiéndome el labio y evitando sus ojos. Mi mirada se desvió hacia la ventana y las ráfagas fuertes de viento y nieve que daban cada dirección. Al igual que mis pensamientos ahora mismo—. Hubieras sido una cubierta perfecta para su hijo ¡Dios Paula! yo no quiero tener que explicártelo en detalle. Por favor, sólo entiéndelo y sigamos adelante. No dejes que te torture así.


—¿Qué estás diciendo, Pedro? —El aliento de Paula era poco profundo ahora. Prácticamente podía oír su corazón latiendo fuerte y rápido en su pecho. ¡Cristo! ¿Por qué tengo que ser yo el que la rompa con esto?


—Joaquin estaba enamorado de Bruce el del equipo de futbol.


Ahí, lo dije.


Y las palabras se sentían como ácido en mi lengua, porque le hacía daño a Paula con la verdad. No porque Joaquin era realmente gay y se encontraba en el armario, sino porque Paula realmente pensaba que él había querido estar con ella y sólo a ella.


—¡Mierda! ¡Esa es una de las razones por las que se encontraba enojado cuando tomó tu virginidad, Paula!


Paula se puso lívida, se veía como si estuviera congelada, en estado de shock. Abrió la boca para decir algo, pero las palabras no salían.


—¡PaulaPaula, háblame. Di algo.


Paula se abrazó, meciéndose hacia adelante y hacia atrás con nerviosismo, con una expresión aturdida en su cara. 


Parecía paralizada por el shock o algo así.


Había vuelto la cabeza para mirarme y sus oscuros ojos
perforaron los míos. La daga en su mirada me apuñaló directamente a través del corazón.


Me mató a ver a Paula así. Pero tenía que hacerle saber que no era su culpa.

CAPITULO 15




El único sonido entre nosotros en este momento era el silencio.


Me preguntaba si ella podía oír los fuertes latidos de mi corazón. El único sonido en el exterior eran las rugientes ráfagas de viento y ocasionalmente el golpeteo de los gránulos de nieve en la ventana del vehículo. Se encontraba oscuro afuera. La visibilidad era casi cero.


Simplemente soplando nieve por todas partes bajo el cielo nublado. Nohabía señal de ayuda en millas. Podríamos estar aquí para siempre.


¿Quién sabía realmente? Dentro del auto la temperatura empezó a caeren picada. Estábamos casi sin gasolina.


—Aquí —dije, tirando de una de las mantas sobre el hombro de Paula.


—Gracias, ¿qué pasa contigo? —dijo, tranquilamente.
Paula se veía verdaderamente preocupada por mí y realmente llegó a mi corazón.


—Estoy bien, gracias. Tengo mis músculos para mantener mi calor.


Sonreí juguetonamente y miré cómo ella daba esa linda media sonrisa suya y rodaba sus ojos. Al menos ahora que se hallaba cubierta con la manta dejó de tiritar. Y, oh, si… no tendría que torturarme mirando los pezones erectos duros como una roca, parecían hacer una forma a través de su blusa ajustada. Podía decir que el frio había llegado a su piel. Literalmente.


Quería agarrarla y abrazarla fuerte y compartir el calor del cuerpo con ella. Oh, si solo Paula supiera cómo me sentía sobre ella ahora mismo. Moriría por ella. Moriría si no escatimara su vida. No sabía lo que se apoderó de mí, de repente. Pero había tenido un par de escenas retrospectivas del pasado, del día que nos habíamos conocido, el primer día en la escuela. Y cada día después hasta este punto. El momento en que nos llevó a desnudar nuestras almas, el momento crítico donde,ambos jugamos en el borde de lo desconocido. Bien podríamos morir de hipotermia si las patrullas de rescate no nos encontraban pronto. Mis intermitentes todavía parpadeaban pero, ¿quién demonios sería capaz de vernos? Miré el teléfono sobre el tablero. Todavía no hay señal. ¿Se encontraba toda la ciudad sin energía ahora?


—¿Estás seguro que no tienes frio? —murmuró Paula suavemente.


—Estoy bien. —Medio mentira. Me sentía bien estar a solas con ella y si tuviera que morir con alguien… definitivamente escogería a Paula. Pero no sería bueno por mucho tiempo ya que mi temperatura corporal había caído. Pero no se lo diría. No quiero que se preocupe por mí ahora. Yo era un soldado de corazón. Probablemente podría durar más que algunos…hasta el amargo final.


—¿Que hay en tu mente? —me preguntó Paula. Podía ver que la chispa se había ido de sus ojos. Miraba algo perdida. Temerosa, probablemente, sabía que solo tenía tanto tiempo antes que tuviéramos congelado nuestro culo.


—¿Esa es una pregunta de verdad o reto que estas tratando de colar? —Levanté una ceja, tratando de restar importancia a la forma que me sentía en el interior y la posibilidad de levantar su ánimo.


—Muy divertido. —Sonrío—. Quise decir. Fuera de registro o fuera del juego.


—¿Realmente quieres saber Paula?


—Sí —dijo en voz tan baja, que apenas podía escucharla.
Suspiré. Debería decirle lo que realmente está en mi mente.


—Me gustaría terminar lo que habíamos empezado —respondí en voz baja.


—¿Te refieres a verdad o reto? —Levantó una ceja, su voz era suave y baja.


¿Estaba siendo arrogante o fingiendo inocencia? ¡Dios mío! Si solo supiera lo que realmente sentía por ella ahora mismo.


—Sí. Lo que sea. ¿Verdad o reto?


—Reto —respondió sin dudarlo, inclinando su cabeza hacia un lado.


—Bésame.


Paula me dio esa mirada sorprendida de nuevo. ¿Podrían sus ojos marrones hacerse un poco más grandes de lo que ya estaban? La respuesta fue afirmativa. Si pudiera verse a sí misma en el espejo. Su mandíbula cayó abierta.


Me incliné más cerca de ella.


—Creo que se supone encontrarte con mis labios con tu hermosa boca abierta, Paula.


Dejó escapar un suspiro. Tenía la cara roja como remolacha.


—S… seguro —respondió con un débil intento de sonar valiente.


Se inclinó más cerca de mí ahora y cerró los ojos. Dios, el aroma de su dulce perfume me volvía loco, fuera de mi mente.


Me aparté. Luego abrió los ojos.


—No. No en los labios —intervine.


—¿Qué? —La boca de Paula se abrió de nuevo.


Procedí a desabrochar mis pantalones, mi mirada sosteniendo la suya.


—Mierda. No. —Paula meneó la cabeza y trató de levantarse pero su cabeza golpeó el techo del auto—. ¡Ay! —gritó.


—¿Estás bien, Paula? —Me acerqué a ella.


—Sí. Estoy bien. Volvamos al juego. —Se sentó mordiéndose el labio de nuevo. Dios, ella realmente me enciende cuando hace eso. Mi pene se encontraba más duro por un segundo, pero tuve que controlarme.


Continué abriendo la cremallera exponiendo mi tatuaje de dragón en mi abdomen inferior.


—Dame un beso allí. Justo debajo de mi ombligo. Justo en el tatuaje.


Se sonrojó de nuevo. Podría decir que se sentía humillada.


—¿Qué pensaste que quería decir, Paula? —Levanté una ceja con diversión.


Rodó los ojos y bajó su cabeza a mis abdominales. Me había tomado desprevenido cuando hizo una pausa y miraba ansiosamente mi six-pack como si nunca hubiera visto a un hombre marcado antes.


—¿Qué va mal? —pregunté.


—Guau. Solo… guau. Nunca he visto un arte tan hermoso antes, y guau, tu six-pack… ¡Estás en forma!


—¿Te gusta?


—Me encanta —dijo, moviendo sus dedos sobre el diseño del dragón negro que serpenteaba a través de mis abdominales. Sus manos enviaron mi sangre alto. Su toque era como una poción mágica. Bajó sus labios para besar mis abdominales. Moví mi mano para levantar su barbilla. Bajé la cabeza a la de ella y presioné mis labios contra los suyos. Chupamos los labios del otro por un tiempo y luego deslicé mi lengua dentro de su boca húmeda y caliente. Besamos el infierno el uno del otro como animales hambrientos, devorando con avidez mutuamente; suave, tierna, húmeda… erótica. Mis labios se estremecieron como el infierno por su tacto.


En poco tiempo Paula se hallaba encima de mí. Me agarró de la camisa y tiró de ella fuera.


—Guao, espera —le sonreí—. ¿Segura que quieres…?


—Es verdad o reto, ¿No? No dijiste donde puedo besarte —
murmuró en mi cuello. A la mierda esto, me tomó desprevenido y muy poco me toma desprevenido. Esto no era tan como Paula. Era el frío en la camionera hablando.


No podía controlarme por más tiempo. Mi erección me estaba volviendo loco, fuera de mi mente.


—Oh, Paula —gemí de placer desgarrado a través de mí. 


Apreté mis labios en su cuello y chupé fuerte antes de pasar otra vez a sus pezones. En poco tiempo, tenía su ropa libre. No parecimos preocuparnos de que estábamos desnudos en este momento. Todo salió tan rápido. Me encontraba encima de ella en un abrir y cerrar de ojos.


Descendiendo en su ombligo y besándola con avidez con una pasión altísima que nunca había sentido con ninguna otra mujer.


Paula era diferente. No era más que… bella por dentro y por fuera.


—Déjame conseguir un condón. —Mi voz era tan ronca que
apenas la reconocí.


Asintió, respirando pesado. Me moví hacia la guantera y saqué una caja, un montón de cuadrados envasados con condones dentro.


—Guau, estás preparado. —Paula se apoyó en sus codos
mirándome, sin aliento.


Sonreí.


—Podría ser valiente, pero no soy ningún tonto. Siempre he
jugado a lo seguro.


Ella parecía fundirse en una sonrisa y una mirada de aprobación.


—Bien, porque quiero Pedro. Lo quiero todo de ti.


Inclinó la cabeza. Pude ver sus hermosos pechos redondos en la tenue luz de la linterna de emergencia con pilas que tenía en el coche.


Se veía preciosa. No podía esperar para anidar mi cabeza en su suave vello púbico oscuro y deslizar mi lengua dentro de sus pliegues húmedos. Puse el condón sobre mi duro pene y volví sobre mis rodillas y usé mis piernas para extender la suya abierta cuando ella se puso de nuevo en la alfombra de la camioneta.


—Dios, ¡Paula! Eres tan hermosa —dije en voz baja, admirando su hermoso cuerpo, su preciosos resplandor y su olor—. ¿Estás lista?


Asintió, mordiéndose el labio. Se veía como un gatito nervioso.


—Dios, Paula. ¿Esta no es la primera…?


—No —replicó. —Yo solo… un poco de frío aquí, eso es todo.


—Sí. Voy a cambiar eso en un minuto —murmuré
seductoramente—. Desearía que fuera nuestra primera vez, chica. —No sé por qué esas palabras salieron de mi boca, pero era la verdad.


Odiaba que Joaquin tuviera el placer de tenerla. Tiempo. 


Ella debería haber sido mía desde el principio. Desearía que fuera para ambos nuestra primera vez. ¡Pero qué diablos! Sería mía y para siempre si tenía algo que ver con eso.


Mi cuerpo vibraba con anticipación. Este era el momento que había esperado durante tanto tiempo. Para estar con Paula. Para llevarla a un delicioso orgasmo como nunca conoció antes.


Seguí lamiendo y besando su cuerpo, lento y pausado mientras mis manos trazaron sus hermosas curvas. Su cuerpo se hallaba tan caliente. Mi sangre bombeaba duro y rápido. Quería tanto estar profundamente dentro de ella. Corrí mis dedos a través de su suave vello púbico y vi como se retorcía de placer. Dejó escapar un gemido y mi pene tembló. A ella le encantaba eso. Bueno.


—Dios, ¡Paula! Estas tan mojada, chica —dije, mi voz baja y
ronca.


Reaccionó gimiendo y moviendo su cuerpo mientras deslizaba mis dedos dentro de su estrecha y húmeda vagina. Presionó sus manos sobre mi cabeza mientras bajaba mis labios a sus pliegues húmedos.
Deslicé mi lengua hacia arriba y abajo, luego empujando dentro de ella y gritó.


El espasmo de su cuerpo me excitaba. Ella gimió y gritó de placer cuando llevé mis manos hasta sus pezones y apreté duro antes de arrastrar los dedos hacia abajo a su dulce coño. Sus jugos sabían tan dulce. Dios, mi erección se encontraba hinchada ahora. La follé con mi lengua, entrando y saliendo mientras ella gimió y gimió incontrolablemente antes de que se viniera con un estremecimiento gritando mi nombre.


Me subí sobre ella y cubrí su cuerpo con el mío. Apreté mis labios a los suyos ahora. Se lamió los labios como si disfrutara el sabor de sus propios jugos en mis labios.


—Oh, cariño, eres tan dulce. Sabes tan bien, ¿lo sabías? —gemí.


Ella parece fresca, limpia y tan condenadamente dulce que me enciende como un loco.


Seguí chupando su cuello y sostuve sus brazos encima de su cabeza. Extendí sus piernas con las mías y ella curvó sus piernas alrededor de mi cintura. Se encontraba húmeda y lista para mí. Dios la amaba.


Oprimí mis caderas contra las suyas y en poco tiempo, mi pene se deslizó dentro de su coño mojado. Estuve asombrado en como ella se había apretado alrededor de mi pene. Si no era virgen, seguro no era muy experimentada tampoco. Había estado con bastantes chicas para conocer un buen coño cuando veo uno. Paula estaba muy bien.


Empujé mi erección dentro de ella, bombeando duro y rápido gritando su nombre, la camioneta se balanceaba al ritmo de nuestro sexo. La experiencia en este cerrado espacio en medio de una loca tormenta de nieve fue indescriptible. El calor del cuerpo entre nosotros generaba suficiente calor para cocer al vapor el coche.


Mis bolas golpeaban contra su piel haciendo un fuerte sonido de bofetada. Me encantó la forma en que molió sus caderas contra mi pene mientras la cogí con fuerza.


—¡Oh, Dios! —grité mientras mi cuerpo entró en un mayor
espasmo antes de que mis músculos se relajaran. Vibraba de la cabeza a los pies. Ambos nos venimos al mismo tiempo. ¿Cómo podría describirlo? El placer entre Paula y yo era… explosivo. Las pulsaciones continuaron creando tensión en mi cuerpo como la electricidad.


Paula era la elegida.


Había tenido muchas chicas antes de ella… pero no así. Paula era la elegida. Un profundo sentimiento de paz entró en mi alma al estar con ella. Llámalo destino o lo que sea. Pero fuimos hechos para estar juntos.


Loco pensamiento, lo sé.


Pero eso era lo que había sentido.


Paula. Te necesito. Te necesito en mi vida, como necesito el aire para respirar —susurré mientras besaba su frente y acariciaba su cuello con mis labios.


Ella me apretó tan fuerte, sentí su oleada de energía con la mía.


—Oh, Pedro —susurró.


La temperatura del coche volvió a aumentar. Vapor había
empañado las ventanas. Disfruté la emoción de explorar su cuerpo y traer su placer. Era como si yo hubiera sido hecho para ella… para hacerla feliz. No tenía otra manera de describirlo, dulce Paula. Debo haber sido un maldito tonto por haberla dejado ir hace años.


¿Por qué no había hecho un movimiento en ella antes? Oh, sí.


Casi se me había olvidado. Porque era un verdadero idiota entonces que trataba de averiguar mi vida y probablemente no la hubiera apreciado entonces como lo hago ahora.


Sudor humedece nuestros cuerpos y me estiré para agarrar la manta así nosotros no terminaríamos por resfriarnos cuando la temperatura baje otra vez.


Nosotros nos habíamos secado y agarré unas toallitas desde atrás que mi tía había dejado en la camioneta y nos limpiamos.


Era tan… protector con Paula. No quería que nada malo le pasara.


De repente, sentí un abrumador sentido de siempre protegerla. Pase lo que pase. Paula era una joya. Una mujer preciosa inestimable para ser atesorada, cuidada… adorada.


—Dios, te quiero tanto, Paula. Que duele.


No sé por qué lo había dicho, pero lo hice. Los dos nos pusimos de espaldas mirando hacia arriba a través del techo solar a la ventana de plástico trasparente por encima de nosotros. Era dulce. El resplandor de hacer el amor nos capturó, nos había sedado.




*****




Mucho más tarde, no podía asegurar de cuánto tiempo estuvimos juntos, pero una buena cantidad de tiempo debe haber pasado.


Ambos nos habíamos quedado dormidos. Me desperté primero para ver que todavía se encontraba oscuro afuera.


Entonces, como si hubiera sentido que mis ojos se encontraban abiertos, Paula abrió sus hermosos ojos marrones y volvió la cabeza hacía mí.


Todavía respiraba pesado de nuestra dura sesión de sexo y hacer el amor, con sus ojos bien abiertos. Una mirada se plasmaba en su rostro que no podía describir.


¿Era confusión? ¿Anhelo? No podría decir.


—¿Qué hay en tu mente? —pregunté.


—Yo… yo nunca me sentí de esta manera antes —susurró, sin aliento. Su mirada lejos de mí. Oh, no. No otra vez.


—¿Qué pasa, Paula? —dije en voz baja.


—Yo… yo… vine…


—¿Qué? —Ahora era mi turno para apoyarme sobre mis codos—.¿Qué quieres decir, con que tú nunca te has venido antes?


—Yo… —Me di cuenta que ahora se sentía avergonzada. 


Ella tenía la manta cubriendo la parte delantera de su cuerpo, mientras se encorvo de hombros.


—¿Quieres decir que…? Joaquin no podía…


—Hizo lo mejor que pudo —dijo ella, mordiéndose el labio
bastante lleno. Las lágrimas parecen brillar en sus ojos y miró hacia arriba como si pensara en qué decir a continuación.


—Probablemente me iré al infierno por decir esto porque, Dios sabe que amaba a Joaquin. Es solo que… no me había sentido así antes…


—Oye, hombre. Eso está bien. A veces es así.


—Pero no debería serlo. ¿Debería?


—Hola, Paula. Me gustaría tener todas las respuestas, pero… la única respuesta que tengo es lo que siento por ti y lo mucho que quiero estar contigo. Durante el tiempo que tenemos.


Paula me miró. Limpié una lágrima de su mejilla.


—Realmente me preocupo por ti Paula. La verdad es que nunca me sentí así con ninguna chica antes.


—¿No lo has hecho?


—No. Y esa es la verdad. —Esto molestó el infierno de mí que el tarado de Joaquin no pudo ni siquiera darle placer como ella había merecido gozar. Paula realmente merecía lo mejor. No pude hacer nada de eso entonces… pero podría ahora.


—Pedro, quiero terminar nuestro juego de verdad o reto.


Sonreí.


—¿Ahora? ¿Estás segura?


—Sí. Mi turno. ¿Verdad o reto?


—Verdad —respondí. Dios, ¿dónde iba Paula con esto ahora? Sentí que ella aún tenía mucho sobre su pecho para sacar.


—¿Qué pasó la noche en que Joaquin murió?


Mi sangre se heló. Tenía que decir la verdad. Incluso si eso sería precisamente lo que haría que me odie.