miércoles, 19 de noviembre de 2014

CAPITULO 3




Pensé que solo estaría con Joaquin. Habíamos estado tan íntimos.


Estábamos tan cómodos hablando de cualquier cosa y todo. 


Habíamos compartido todo tipo de cosas. Me enseñó todo tipo de cosas nuevas.


Siempre compartió pequeños secretos de “chico” conmigo. 


Nunca había hablado tan íntimamente de nada con nadie antes de con Joaquin


Yo podría desnudar mi alma a él y sin preocuparme por eso.


Habíamos puesto de manifiesto nuestras más profundas fantasías, las más oscuras con los demás.


Dios, echo de menos a Joaquin. Mi vida nunca volvería a ser la misma sin él.


Nos habíamos puesto de acuerdo para vernos en secreto para no alimentar los rumores estúpidos en los pasillos de Rexton. Lo siguiente que supe fue que fui invitada a su casa de lujo en los suburbios. Más como una mansión, en realidad. Era locamente intimidante. Tenía una criada y todo, y suelos de mármol.


Esto era tan diferente a mi educación en el proyecto de vivienda de interés social.


Joaquin realmente tuvo suerte con sus padres adoptivos. 


Supongo que se podría decir que también tuve suerte. Sus padres me aceptaron como su novia. Su papá realmente me había tomado el gusto y a menudo me preguntaba cómo estábamos.


—Sabes, Joaquin se siente realmente serio acerca de ti. Eres la primera chica que realmente trae a casa para presentarnos.


Quería decir “¿En serio?” En cambio, le contesté—: Bueno, Joaquin es grande. Realmente nos llevamos bien.


Me sentí estúpida al decir eso, pero no sabía qué más decir. 


No era la persona más elocuente del mundo. A veces, cuando me pongo nerviosa, mis palabras salían todas confusas e incoherentes. Me sentí como un concursante en un concurso para atornillar su respuesta a la pregunta por un juez. Solo que no había jueces aquí. Y yo no era la
reina de belleza.


Un año más tarde, estábamos en una especie de noviazgo. 


Rara vez nos vimos el uno al otro sin embargo. Trabajaba mi culo como loca tratando de ahorrar lo suficiente para la universidad y se encontraba jugando algún partido de fútbol. Pero me dijo que quería vivir conmigo algún día. 


Casarse conmigo. Sabía lo prematuro que era entonces, pero así fue como nos habíamos sentido el uno del otro. 


Éramos constantes después de todo. No había otra chica o chico involucrado en nuestra relación. Estaba segura.


Volviendo al momento presente.


Mis párpados pesaban por las lágrimas mientras miraba el
interior del ataúd de mi aspirante a futuro esposo. Mi único y verdadero amor y que nunca sería. Cuando Joaquin murió, mi sueño de tener un “feliz para siempre” murió con él. Mi vida nunca volvería a ser la misma.


Una mano en mi hombro me hizo volver a la realidad. Me di la vuelta para ver a Jeronimo, su hermano allí. Tenía los ojos rojos e hinchados de tanto llorar. Al igual que los míos. No dijo nada. Solo me apretó el hombro. Momentos como estos no requieren palabras. Debido a que no había palabras para describir lo que todos sentimos. Jeronimo se alejó después de tomar una última mirada a su hermano antes de que el ataúd fuera cerrado, dejándome solo con mis pensamientos, mi dolor y mi culpabilidad.


—¿Le gustaría tomar asiento, señora? —El ujier me susurró.


—Oh. Um. Sí. —Mi voz era tan ronca que era irreconocible para mí.


Me senté detrás de la familia inmediata de Joaquin en la segunda fila. No muy lejos de mí, alcancé a ver a Pedro Knights. El último chico en ver a Joaquin con vida. El último en hablar con él. El último en saber lo que realmente pasó. 


El último chico con el que quería hablar. Su hermoso rostro parecía sombrío con tristeza. Me dio una débil sonrisa discreta. El tipo de media sonrisa que una da en un escenario como este. Dolor amargo brillaba en sus ojos pero su piel irradiaba. Mi corazón sucumbió en mi pecho y mi respiración se detuvo momentáneamente. Tuve que respirar. 


De repente necesitaba aire.


Volví la cabeza y fingí que no lo vi. Pero no podía ignorar los
fuertes latidos de mi corazón golpeando en mi pecho. No me atrevía a reconocer a Pedro después de esa noche. Incluso si tenía los más penetrantes ojos oscuros y sensuales que jamás había visto, al igual que Joaquin. Pedro sabía algo que yo no sabía sobre esa noche y no iba a dejarme saber. Había dejado eso claro.


¡Que le den a Pedro!

No hay comentarios:

Publicar un comentario