jueves, 20 de noviembre de 2014
CAPITULO 8
PAULA
¡Oh Dios! Pensé que estábamos muertos. Fuimos arrojados hacia atrás por la fuerza del impacto. Acostados de espaldas, ligeramente enterrados en la nieve, el alto árbol casi nos hace perder nuestras extremidades. Examiné el lugar para ver a Pedro. Y el miedo se apoderó de mí.
¿Pedro estaba muerto?
—¿Pedro? —lo llamé, una ráfaga de aire visible salió de mis labios hacia el ambiente frio. El frio quebradizo cosquilleaba en mi piel.
Temblé incontrolablemente. No podía controlarme.
Dios, cómo Pedro logró estar parado hace unos momentos con esta glacial temperatura vistiendo su delgada y térmica… ¿Cómo la llamó, sudadera?
Pedro se encontraba acostado sobre su espalda hundido en la nieve, sus ojos se encontraban cerrados.
¡Jesús!
Todo ese aspecto era tan familiar que envió un escalofrió por mi columna y no tenía nada que ver con el frio del aire.
Lucía justo como Joaquin acostado en su ataúd.
No. Detente, Paula.
El miedo cerró el conducto de aire en mi garganta. Cerré mis ojos por un momento, y tomé una respiración profunda antes de abrirlos otra vez. Mi corazón latía con violencia y fuerza, destrozando mis costillas, luché para mantener el control. Mis labios se cerraron, aprisionaron un sollozo, que de otra manera se hubiera escapado de mis labios.
No. Pedro no estaba muerto. No podía estarlo.
No. Por favor, Dios. No
Llegué a su duro, firme y musculoso pecho que se destacaba muy bien bajo su fina y térmica sudadera. Dios, lucía tan en forma. Pedro era un chico guapo. Simplemente impresionante a la vista. El punzante dolor en mi corazón no se iba. Dios, veía como Joaquin.
Pedro era sexy, incluso en un día congelado como hoy.
Tenía los ojos negros más sexis que haya visto en algún chico, con las pestañas largas y negras. Su profunda y exquisita voz, siempre causaba alguna reacción en mi cuerpo. Una reacción muy agradable. Cuando me llamó
después del accidente, pensé que soñaba.
—¿Pedro? —volví a llamarlo, mi voz era débil contra las frías
ráfagas de viento. Mi cabello golpeaba en mi rostro y tomé los rizos sueltos metiéndolos detrás de mí oreja que ardía.
Sabía que podía congelarme pero no pensé que podría suceder tan pronto. A penas podía sentir mis orejas, o mis dedos. Sacudí su cuerpo..
Mis ojos viajaron desde su cara a su negro cabello corto. Y tracé el contorno de sus hermosos y altos pómulos, sus perfectos labios definidos y su sexy barba de varios días de su mejilla. Pedro era hermoso. También era reconocido por ser emocionalmente inaccesible.
Me había gustado primero, antes de que conociera a su amigo Joaquin.
Pero Pedro nunca me dio la hora y Joaquin me pidió que saliéramos.
El viento soplaba junto con la esencia de su colonia, mi nariz capturó el aroma. Olía al perfume Old Spice.
Realmente sexy y caliente.
Ese aroma siempre me volvía loca.
La nieve soplaba tan fuertemente en mi cara que me perdí de ver cómo abría sus ojos.
—¡Oh Pedro! Cuanto me alegro que estés bien —le dije en voz alta, tratando de hacer que suene por encima del ruidoso viento.
Pedro sostuvo la parte posterior de su cabeza con una mano y se puso de pie rápidamente.
—¿Estás bien? —me preguntó.
—Sí. ¿Y tú?
—Salgamos de aquí. Ahora. —Saltó sobre sus pies como si nada le hubiera pasado.
Silenciosamente, le agradecí al universo por ahorrarme la horrible tragedia de perder a alguien cercano a mí otra vez.
Bueno, más o menos cercano. Pedro era alguien que conocía, no mi alma gemela o algo así.
Demonios, salvó mi vida, pero si no fuera por eso, aun seguiría enojada con él. Cerré los ojos con fuerza y traté de bloquear mis reflexiones negativas en mi cabeza. Todavía me encontraba desgarrada y afligida por la muerte de Joaquin.
Nada iba a quitarme ese sufrimiento.
Por lo menos aún no.
Pedro tomó mi mano.
—Vamos, vayamos a mi jeep.
—¡Mis cosas! —grité, lista para regresar a mi carro.
—Oh, no. —Tomó mi brazo de nuevo—. De ninguna manera
volveremos cerca de tu auto de nuevo. Es demasiado peligroso.
—Pero Pedro, necesito mis cosas.
Ira brilló en su hermoso rostro. ¿Se encontraba molesto conmigo?
¿Se arrepentía de rescatarme? ¿Se encontraba herido?
Dejó escapar un suspiro. Sus deliciosos labios se apretaban en una línea fina.
—Paula, olvídalo.
—Pero… —Me quedé boquiabierta cuando miré hacia mi auto y vi que el árbol se había estrellado en el maletero del auto. No servía para nada. Aunque estuviéramos un poco más cerca, no seriamos capaces de abrirlo. Y ese árbol debía pesar más de mil toneladas o algo así.
Exhalé y vi una ráfaga de aire dejar mis labios.
Recordándome lo frio que se encontraba aquí afuera. Era inútil discutir sobre esto. Nos íbamos a congelar hasta morir.
—Está bien —susurré, mientras me di la vuelta, derrotada.
Mi ropa, mi esquipo de emergencia y todo se encontraba en mi auto. ¡Oh, Dios! ¿Cómo pude ser tan tonta? Debería haberlas puesto en el asiento detrás de mí. Pero de nuevo, ¿cómo se suponía que iba a saber que mi auto quedaría destrozado por una tormenta porque le cayó un árbol?
Me estremecí cuando me moví junto a Pedro, nuestras botas
crujiendo en la nieve debajo de nuestros pies. Me sorprendí cuando me levantó y prácticamente me cargó a través de una pequeña colina de nieve, me bajó y continuó tomándome del brazo para llevarme hacia donde su todoterreno se encontraba parqueado en la carretera.
Gracias a Dios él me vio, de lo contrario, estaría enterrada debajo de ese gran árbol, y aplastada dentro del carro.
El shock de todo esto, lo que me podría haber pasado aún, no se registraba en mi mente. Temblaba incontrolablemente mientras me acercaba al auto de Pedro tratando de sobrevivir.
Pedro se veía como si el frio no le afectara. ¿Qué pasaba con él? ¿No sentía nada?
Atribuí eso a que todo su cuerpo musculoso mantenía el calor en su interior. Pensé que la grasa supuestamente mantenía a una persona caliente, pero probablemente los músculos eran más que suficiente.
Sabía que tenía una tonelada de grasa en mis caderas para
mantenerme en pie. Al menos en teoría.
Me condujo al asiento de pasajero de su auto.
Desde atrás tenía un aspecto persuasivo. Sus firmes y anchos hombros se acentuaban en lo que llevaba puesto y su firme trasero y angostas caderas causó un hormigueo entre mis piernas.
Me avergoncé por tener esos pensamientos sobre él, en un
momento con esté.
Pero, ¿quién podría evitarlo? Era deliciosamente guapo y estaba bendecido con increíbles proporciones. El acervo genético había sido muy bueno con él.
Pedro salvó mi vida.
Sin embargo, todavía no podía entenderlo. Todo pasó tan rápido.
Pedro vino para rescatarme.
Todo esto parecía un loco giro del destino ¿verdad? Me
encontraba con un chico al que despreciaba, pero una parte de mí, en secreto quería que nos reconciliemos. Me encontraba tan encendida por Pedro cuando nos conocimos en noveno grado. Él era tan encantador, fue el primer chico o estudiante que me habló. No era exactamente una chica extrovertida en ese entonces. Me había sentido como si no
encajara, con mis frenillos que ahora ya no tenía, mis lentes, ahora sustituidos por lentes de contacto y mí andrajoso estilo de vestir de ese entonces.
Las chicas se reían de mí disimuladamente en el pasillo de afuera de sus casilleros, pero las ignoraba. No era como si pudiera darme el lujo de enfrentarlas en ese entonces. Pero luego Pedro, el popular capitán del equipo de futbol, caminó a mi casillero y se presentó.
Él había visto a una de las chicas haciendo muecas detrás de mí.
Lo que me gustaba de él en ese entonces, era que realmente no le importaba mucho todo ese asunto de la popularidad, a pesar de que lo querían mucho. No se sentía asustado de apoyar a que llevaba las de perder. Yo pensaba que eso era bastante genial. Algunos de los chicos
pensaban que tenía algún truco o quería entrar en mis bragas. Pero definitivamente no fue así.
Aunque no me lo pidió ni nada por estilo. Me encontraba con él en las prácticas después de la escuela y él salía con Joaquin en ese entonces. Joaquin tomó totalmente agrado conmigo y me invitó a salir el día siguiente.
Me sentía indecisa de salir con él al principio, pero luego me di cuenta de que era sincero. No fue como si Joaquin haya mentido sobre mí diciendo que era fácil o algo así. Nos caímos bien y empezamos a vernos mucho y por supuesto, Joaquin se había distanciado de mí aún más.
No podía entender por qué Joaquin me había ignorado cada vez que lo veía después de eso. No era como si me quisiera para sí mismo. ¿A quién le importaba si su buen amigo o compañero de equipo quería salir conmigo? Supuse que a él sí. Probablemente le molestaba más de lo que me había dado cuenta. La pregunta era, ¿por qué no había hecho
nada al respecto?
Había oído a Pedro decirle a Joaquin que me dejara, como si fuese ayer. Eso rompió totalmente mi confianza en él. Las cosas nunca fueron las mismas entre nosotros.
Supongo que era verdad, es mejor ser bueno con la gente, sin importar lo que pase. Nunca se sabe si su ayuda se necesitará más adelante. La vida podría traer algunos trucos si no tenías cuidado. Uno nunca sabía.
¿Pedro habría detenido su carro, aun sabiendo que era yo?
Por supuesto que lo haría. No era como si fuéramos enemigos y estoy segura de Pedro era alguien que haría lo correcto. Sabía que lo haría. Cualquiera podía estar vulnerable en cualquier momento y el karma era una perra para los indefensos.
—Gracias —murmuré, mientras me ayudaba a subir al asiento del copiloto. El jeep era espacioso. Me había dado cuenta de la distinguida corona con la parte superior en negrita, en la parrilla delantera del vehículo.
¿Pedro conducía un Cadillac Escalade?
La siguiente pregunta que quemaba dentro de mí era: ¿Cómo demonios podía pagar uno?
Había oído que le iba bien en su propio negocio, pero no me había dado cuenta de lo exitoso que era. No era como si alguna vez alardeará de ello.
—Bonito —comenté.
—Ni me lo digas —murmuró, con indiferencia.
Dios, esta tensión entre nosotros me mataba. Pedro se cerraba otra vez a mí. No es que estábamos hablando mucho que digamos.
Pedro encendió el motor y puso el calor al máximo.
—Tenemos que descongelarnos.
—Sí, lo sé. —Miré a mí alrededor en el interior, me quedé atónita.Impresionada. ¡Qué cambio de mi viejo golpeado paseo! Apoyé la cabeza en el reposacabezas de cuero suave y hundí la cabeza en la tela de lujo.
¿Esto era lo que se sentía tener dinero?
—Lo estás haciendo muy bien, Pedro.
—¿Por qué? ¿Debido a mi coche? —Él arqueó una ceja. Bien, lo divertía ahora. Por lo menos no se encontraba enojado conmigo.
—Sí, Pedro —bromeé, rodando los ojos—. Debido a tu coche.
Él me dio una mirada de diversión. Sus profundos ricos ojos
marrones, iluminándose de nuevo.
—No hagas nada estúpido como eso otra vez —murmuró.
—¿Qué se supone que significa eso?
—Venir aquí sola en un día como este. ¿En qué pensabas? —Su voz era profunda y sedosa, pero me di cuenta que refrenaba su ira.
¿Fue porque él tuvo que rescatarme? O, ¿y por qué demonios se importaba por mí?
—¿Qué hacías aquí? —le respondí.
—Estaba a punto de llenar el tanque con gas antes de la
tormenta. No quería que las líneas de gas se congelaran.
—Cierto. Bien pensado —dije, mirando a su nivel de
combustible—. Está casi vacío.
—Sí, no es broma.
—Lo siento —murmuré—. Probablemente habrías llegado a la estación de gas ahora mismo de no ser por...
—No lo digas, Paula. No te preocupes por eso, ¿de acuerdo? — Parecía ofendido ahora. Podía sentirlo. El duro bulto atorado en mi garganta me hacía difícil de tragar.
—¿Tienes calor? Veo que dejaste de temblar.
Avergonzada, murmuré—: Gracias por notarlo. Sí, estoy bien.
—Bien. —Pedro miró la pantalla de su teléfono celular y maldijo entre dientes—. Aún no hay servicio.
¿Por cuánto tiempo estaríamos varados aquí? ¿Podríamos morir aquí solos en la tormenta de nieve? No había nadie en kilómetros probablemente y el poder de la tormenta parecía haber noqueado la zona. El encapotado cielo gris no ayudaba.
Emociones encontradas surgieron en mi interior. Una parte de mí se encontraba muerta de miedo de estar atrapada aquí en la ventisca, otra parte se sentía aliviada de que estaría con un fuerte, toma — control— Pedro. El calor se precipitó a través de mi cuerpo en el pensamiento de que estemos aquí, solos. Solos contra los elementos.
Las mariposas comenzaron a estallar dentro de mi vientre
tomándome por sorpresa. ¿Por qué reaccionaba a Pedro de esta manera?
¿Fue porque me salvó la vida? Y, oh sí, él puede ser un idiota a veces, pero era un tipo atractivo y caliente. No había dos formas de ello. Tuve que cambiar mi enfoque en otra cosa. Cualquier cosa. Sí, él era de un desmayo; digno ahora, sobre todo ahora.
¿Qué chica no se enamoraría de un hombre que arriesgó su
propia vida y le hizo frente a condiciones inhumanas locas para rescatarla? Estaría loca si no sintiera nada por él. Mi mente todavía daba vueltas por la confusión.
Mis pensamientos se desviaron volviendo al pasado cuando
conocí a Pedro. Dios, era guapísimo, justo como ahora, pero también era un jugador, ahora que lo recuerdo. Un chico malo que rompió muchas reglas, que vivía al borde a veces.
Un misterioso hombre, emocionalmente inaccesible, con un tatuaje rudo en su espalda y bajo su brazo derecho.
Pedro conocía a todo el mundo y todo el mundo conocía a Pedro. La popularidad no era la palabra. Este tipo podría hacer una llamada telefónica y las cosas podrían suceder. ¿Estancado? No hay problema, él tenía un montón de ganchos para salir de una situación pegajosa. La gente le hacía favores todo el tiempo. No era el tipo de hombre con el
que te metías tampoco. Tenía conexiones en todos los niveles desde la calle hasta con Wall Street. Era surrealista.
Al menos eso es lo que había oído acerca de él y de lo que sabía de él. No era exactamente el tipo de persona que presumía o hablaba acerca de su negocio tampoco.
Supongo que otras personas lo hacían por él.
Me hubiera gustado que estuviera en contacto. Tal vez si, tal vez no.
Pedro siempre había sido el tipo del que se hace cargo de todo.
Siempre fue conocido por aceptar cualquier reto y tenía miedo desde que lo conocí. Nada parecía molestarle mucho y siempre fue un hombre con una mente fuerte, lleno de recursos.
Yo había oído una vez que se metió en problemas en la
universidad con la piratería de algún sistema sofisticado. No sabía si era verdad o no, pero no me sorprendería. Siempre fue bueno con las computadoras, ordenadores, contraseñas y entendiendo esas cosas.
Secretamente esperaba que él fuera capaz de hackear nuestra manera de salir de esta tormenta de nieve con vida.
Me di cuenta ahora que no tenía nada en mí. Mi equipo de
primeros auxilios se encontraba escondido en el maletero de mi coche, por no hablar de mis pertenencias. Mi ropa, barras de granola, botellas de agua. Esperaba que Pedro tuviera esas cosas con él, pero lo dudaba ya que no había planeado hacer un largo viaje hoy. Solo un rápido viaje
a la estación de servicio. ¿Quién se hallaba abastecido para esto?
Durante una tormenta, tal vez no habría sido una mala idea.
Nunca se sabe dónde o cuándo te quedarías varado.
Mis pensamientos corrían peligrosamente cuando me senté en el coche de Pedro con calefacción, mirando como los copos de nieve se estrellaban en el parabrisas. Tantas preguntas sin respuestas me atormentaban. Mis emociones parecían salirse de control.
¿Por cuánto tiempo estaríamos varados aquí? ¿Tendríamos
suficiente combustible para seguir en camino? ¿Seríamos víctimas de nuestro propio aburrimiento o del silencio? ¿De qué hablaríamos?
Éramos solo nosotros aquí, solos.
Estábamos desnudos en nuestra propia inseguridad.
Vulnerable el uno al otro.
Probablemente debería renunciar a la idea de llegar a Nueva York por un tiempo. Mi corazón palpitaba en mi pecho ante la idea. Ahí va mi nuevo trabajo. Mi manera de salir, cuando se trataba de mi carga de deudas insuperables. Aspiré una profunda inspiración, mi caja torácica quemando. Probablemente me lastimé uno o dos músculos cuando me eché hacia atrás por la fuerza de la caída del árbol por las ráfagas de viento.
¿Estábamos esperando ayuda o esperando la muerte?
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Muy buenos los 2 capítulos! Q momentos horribles les toca compartir, ojalá los rescaten pronto!
ResponderEliminarExcelentes los 2 caps!!! Ojalá alguien venga a rescatarlos pronto
ResponderEliminarMuy buenos los capítulos!!! Seguí subiendo!!!
ResponderEliminar