martes, 18 de noviembre de 2014

CAPITULO 2




Las lágrimas cegaron mis ojos mientras me abrazaba para sofocar el violento temblor dentro de mí. Nostalgia, miraba el cuerpo de Joaquin.


Sus hermosos labios. El tipo que me había dado mi primer beso. Mi primer beso de verdad en los labios.


Me acordé de todo como si fuera ayer. Fue un poco extraño.


Estábamos con un grupo de amigos después del partido. Pedro y su novia se encontraban también con nosotros.


Pedro era su buen amigo y un tipo del que primero me había enamorado, en cierto modo me sacudió. De hecho, tenía mi corazón puesto en Pedro primero, fantaseando con él todos los días en clase de Bio. Era pecaminosamente sexy y caliente. Pero también era intocable.


Se hallaba seriamente involucrado con una chica de la universidad en ese tiempo y casi renuncié a cualquier posibilidad de estar con él. Había oído que incluso la embarazó y que iba a ser papá pronto. Esos rumores nunca fueron probados.


Tiendo a no creer los rumores de todos modos, ya que había sido la destinataria de falsos y estúpidos rumores sobre mí por enemigos de mi escuela. Enemigos que eran amigos al principio.


Aprendí rápidamente que los que te murmuraban los chismes, murmuraran sobre ti. Pero eso era otra historia. 


Juré no dejar que los enemigos entraran en mi piel o en mi cabeza. Ellos no valían mis pensamientos o mi tiempo.


De todos modos, no podía estar con Pedro realísticamente, pero su amigo, Joaquin siempre tenía sus ojos en mí. De hecho, le había oído decir una vez a Joaquin que se mantenga lo más lejos posible de mí. Eso realmente picó mi autoestima como ácido. Yo no podía entender por qué, pero me sentí como si Pedro no pensara que era lo suficientemente buena para él o Joaquin. Al diablo lo que pensó Pedro.


Había conseguido superarlo. Más o menos. De acuerdo, había atormentado mi interior y me desgarró en pedazos el pensar en la audacia que Pedro tenía entonces. Pero entonces Joaquin me acababa de pedir para pasar el rato conmigo una noche después de que nos habíamos ido de soda y pizza después de un juego. Entonces me acompañó a casa. Me cogió la mano. Se sentía extraño. Nunca había sostenido la mano de un chico antes. No de esa manera de todos modos. Su mano era más suave de lo que imaginaba, pero fuerte. Me cosquilleó el interior mientras caminábamos a casa bajo la luz de la luna esa noche. Entonces...


Bueno, me sorprendió cuando llegó a la puerta y me dijo que había disfrutado de mi compañía y quería ver más de mí. Me hallaba pasmada. ¿El capitán del equipo de fútbol de Rexton High me quería?


Mi corazón martilleaba con fuerza en mi pecho cuando estuvo tan cerca de mí. Pensé que me iba a desmayar de todas las sensaciones vertiginosas dentro de mí. Mariposas explotaron en mi vientre. Me acarició la mejilla con el dedo suave y apoyó los dedos en la barbilla acercándome más a él. Todavía podía sentir el cálido aliento en mis labios.


—¿Estás bien? —había preguntado Joaquin.


—Sí, ¿por qué? —le contesté, sin aliento. Dios, era tan
vergonzoso. Esto no era para nada como me imaginaba que sería. Solo sabía que esa noche me gustaría tener mi primer beso real. Por lo menos esperaba que fuera el caso.


—Bueno, te ves nerviosa. No te preocupes, no muerdo. —Su sonrisa de niño me derretía por dentro—. ¿Puedo darte un beso de buenas noches? —me preguntó en voz baja de la nada. No creo que sea algo a lo que tenía que dar permiso.


Por lo menos eso no era lo que había leído en las novelas
románticas. Quiero decir, por lo general solo pasaba ¿verdad? Al menos eso era lo que había leído en las novelas románticas. Quiero decir, normalmente solo ocurre ¿no?


Tal vez se sentía igual de torpe como yo me había sentido esa noche, pero era tan popular, me imaginé que lo había hecho un montón de veces con otras chicas. Ahí me encontraba yo, con dieciséis años y a punto de conseguir mí primer beso. Penable, lo sé. Pero no era exactamente tan segura como las otras chicas de mi clase. Ellas ríen y hablan de los distintos tamaños de algunos de los chicos de la escuela, a donde la entrepierna del chico se refiere. Y como se atragantaron cuando se lo habían llevado a la boca por primera vez.


Mi cara interna del muslo palpitaba ante la idea. ¿Podría Joaquin pedirme qué...? ¿Le dé una mamada, también? ¿Realmente los chicos conseguían ese tipo de placer de las chicas en la escuela o eran solo rumores? Había oído que algunos de ellos lo hicieron entre las clases en Rexton High, pero quién sabía. Un montón de cosas pasaban en mi escuela. ¡Mierda! Había hasta redes de prostitución y drogas que circulaban. No era la mejor escuela del mundo, pero era a la que tenía que asistir. Realmente no encajaba ahí. Incluso había pensado con un tinte de paranoia si Joaquin se encontraba simplemente conmigo y quería joderme para poder decirles a los chicos que lo hizo conmigo, pero esos pensamientos se desvanecieron. 


Confiaba en Joaquin. 


Realmente lo hacía.


Había algo que conectaba con él. Había tomado las cosas con calma siempre conmigo. Nunca me había presionado, ni siquiera a tener relaciones sexuales hasta que yo me sintiera realmente preparada. Qué caballero, pensé.


—¿Supongo que puedes besarme? —le había dicho esa noche.


—¿Supones? —Levantó una ceja.


—Sí. —Puse los ojos. ¿Qué otra cosa podía decir?


Como si hubiera ensayado los movimientos, ladeó la cabeza e inclinó la mía en la dirección opuesta y así, deslizó su lengua caliente dentro de mi boca. Los dos estábamos asustados en el momento. Me di cuenta por el temblor y siempre que se sentía nervioso iba a rastrillar su mano por el pelo castaño claro, al igual que en varias ocasiones.


¡Guau! No era como yo había pensado que sería en absoluto.


Sentí mucho que decir, pero era torpe. Nada que ver con las chispas volando y cosas que había leído. Pero fue un buen beso y mi primer beso real. Tal vez era yo la que era una mala besadora y él realmente tenía que trabajar duro conmigo. Realmente no sabía entonces. Pero había tenido un montón de chicas con las cuales compararme. Yo no tenía.


Otro chico de comparación. Tal vez fue así como los besos eran y todo el mundo exageraba lo maravilloso que era.


O tal vez él no era realmente mi verdadera alma gemela.


Quiero decir que no era como si hubiera practicado besos ni
nada. Y yo no lo había hecho con nadie todavía.


Joaquin se había alejado sin aliento. Yo también me encontraba sin aliento, porque pensé que iba a asfixiarme si no me hubiera separado a tomar aire.


Pero después de esa noche que en realidad fue mejor; al menos tenemos la mecánica del beso. Después de unas semanas de —citas— progresamos a hacer otras cosas.


La primera vez que lo vi con sus calzoncillos bajados, me quedé de piedra. Quiero decir, realmente aturdida. Una vez más, no tenía ninguna experiencia de vida real en ese punto para comparar con alguien, pero podía asegurar que no iba a caber en cualquier lugar dentro de mí. Hubo una noche cuando le dije que no me sentía dispuesta a llegar hasta el final y parecía un poco decepcionado, pero trató de ocultarlo. Estábamos en el parque cerca de mi casa en la noche. Fue bastante tranquilo ya que éramos los únicos allí.


—Entiendo —me había dicho—. Tal vez podamos tomar las cosas con calma. —Bajó la cabeza para darme un beso en la mejilla y algo vino a mi.


Moví la cabeza para que nuestros labios estuvieran alineados.


Quería sentir la suavidad de sus labios en los míos y el calor de su lengua dentro de mi boca. Era extraño, pero le tomé cariño a sus besos.


Me sentía como si le estuviera perdiendo esa noche y no quería que terminara de esa manera. En poco tiempo estábamos en beso francés y una cosa llevó a otra. Había deslizado su mano caliente bajo mi blusa y hacia arriba, hacia mi sostén. Me sentía nerviosa como el infierno y temblé de nuevo.


Apartó la mano y me estremecí.


—¿Por qué te detuviste? —jadeé.


—No quiero que hagas nada de lo que te arrepientas, Paula —dijo, mordiéndose el labio.


—No voy a arrepentirme de esto —le susurré, todavía sin aliento.


No podía asegurar el por qué se sentía tan nervioso entonces. Quiero decir que no era como que sería su primera vez. Los dos teníamos dieciséis pero aún así... Yo pensé que sería utilizada para esto. Tal vez era yo la que lo ponía nervioso. Ni siquiera sabía si eso era una mala señal o una buena.


Bajo la luz de la oscura luna, nos sentamos un rato en el banco del parque hablando. Acerca de todo tipo de cosas.


—Hace frío, ¿por qué no nos dirigimos de nuevo al coche? Voy a encender el calentador.


Pensé que era muy dulce de su parte. Escalofríos estallaron por mis brazos y en cualquier lugar expuesto de mi cuerpo. 


Joaquin era quien siempre se daba cuenta de las cosas. 


Tenía muchas ganas de llevar nuestra relación al siguiente nivel. Realmente lo hice. No sabía por qué se sentía tan condenadamente nervioso. ¿Tenía miedo de fastidiarlo? ¿O tal vez no le gustaba? Sabía, o al menos me enteré de que otras chicas de la escuela lo hacen con sus novios. 


Renunciar y perder su virginidad antes de la graduación. 


Realmente me preocupé por Joaquin, y no quería perder nada especial.


Luego nos fuimos a su coche para que me pudiera llevar a casa.


Antes de que llevara el auto a la carretera, hablamos de un montón de cosas como la escuela, el fútbol, los chicos del equipo y lo que los demás estarían haciendo el próximo sábado. Encendió la radio y tenía la estación en un programa de radio. Sonaron todas estas viejas canciones que mi madre solía escuchar de vuelta en el día. Había una canción que siempre se fijaba en mi mente. La melodía era hermosa.


Era una balada genial. Más tarde me enteré que se llamaba The Search is Over por algún grupo llamado Survivor. Era nuestra canción. Siempre la recordaré.


A continuación, las palabras simplemente se deslizaron fuera de su boca. —¿Alguna vez...?


—¿Qué? —pregunté, mi corazón golpeando con fuerza en mi pecho.


—¿Sabes…? —Sus mejillas encendidas y una tímida sonrisa tocó sus labios—. ¿Ido debajo de la mesa?


—¿El qué? ¿Qué mesa?


Echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada. Mi reacción parecía divertirle. Su risa no diluida, era profunda, cálida y rica. Su risa era contagiosa y en poco tiempo, me atrapó. A pesar de mí misma, me reí.


De acuerdo, entonces supe que se hallaba tan desorientada sobre algunas cosas. Pero le resultó un tanto divertido.


—Lo siento, Paula. Te quiero mucho, chica —dijo, acariciando la barbilla con el dedo, enviando escalofríos de placer por mi espina dorsal—. Dios, eres tan inocente —susurró—. Pero tú sabes lo que es una mamada, ¿no? —continuó. Me dio una sonrisa cariñosa. Sus ojos eran convincentes, magnéticos. Siempre me hizo sentir bien.


—Oh —dije. Una oleada de calor recorrió mi sangre. No podía sacar mis ojos de su entrepierna. Oh, Dios, me sentía tentada. Su cosa se encontraba dura y prácticamente de pie. ¿Tenía ese tipo de efecto en él? Me encontraba pasmada.


—Realmente me preocupo por ti, Paula —murmuró mientras se acercó más a mí—. ¿No tienes idea de lo que me haces?


—Me preocupo por ti, también, Joaquin.


—Mira, si no quieres...


Antes de terminar, acerqué su cara a la mía y deslicé mi lengua dentro de su boca y lo besé con suavidad. Mi vientre hormigueaba con mariposas y mi muslo interno pulsaba como loco. Sentí la puesta común de humedad entre mis piernas. Supe entonces que me sentía dispuesta a dar un paso más allá. Sentí que era correcto. Quería que fuera él.


Metió la mano bajo mi blusa de nuevo y deslizó su mano por
debajo de mi sujetador, yo palpitaba de deseo mientras jugaba con mi pezón tenso, pellizcando y apretando, frotando y acariciando. Su mano se movió a la hinchazón de mi otro pecho y empezó a acariciar y jugar con mi otro pezón.


Moví mi mano hasta la cremallera de sus pantalones y la bajé mientras se movía en el asiento para que me diera un mejor acceso.


Llegué en el interior de sus calzoncillos y tiré de su virilidad a cabo y medida que continuamos a besarnos con avidez.


—Oh, Dios —gimió con placer—. Dios, me enciendes, Paula.


Deslizó su mano dentro de mis bragas y en poco tiempo nos
estábamos acariciando los puntos calientes del otro. —¡Joder, estás tan mojada, Paula!


—Lo siento —murmuré, no sabía que más decir.


—No, Paula. No lo estés —susurró con voz ronca—. Esa es una buena cosa. Tú disfrutas de esto, ¿no? —Sonrió en mis labios mientras continuamos dándonos placer mutuamente.


Me acarició entre las piernas cuando mis muslos internos se
congestionaron con placer erótico. Fue una locura. No podía creer lo encendida que me encontraba. Realmente tenía una técnica con la mano.


Joaquin guió mi mano a la erección y ahuecó su mano sobre la mía, deslizándolo hacia arriba y abajo de su duro eje. 


Echó la cabeza hacia atrás en él apoya cabeza y gimió, respirando fuerte y más rápido.


Trabajé mi mano arriba y abajo, y en poco tiempo mudó su mano a mi cabeza y me guió hasta donde se encontraba su entrepierna.


—Actúa como si fuera un helado. —Se quejó en su garganta—. Solo chúpalo.


¿Actuar como si fuera un helado?


Bajé la cabeza hacia su erección y abrí mi boca y deslicé mi
lengua por la parte superior, sobre la humedad de sus fluidos sedosos y lamí. El sabor era como una mezcla de crema salada y jabón. Olía a limpio y fresco como si acabara de ducharse con jabón irlandés.


Chupaba y lamía en su virilidad mientras convulsionaba de placer mientras su otra mano tocó las yemas de mis pezones. No tenía la menor idea de cómo se convirtió en esto. Mis pezones se hallaban tan sensibles al tacto y el dulce despertar recorrió mi cuerpo. Me sentí tan... madura. Estaba siendo un tanto íntima con un chico con el que me sentía tan caliente. Entonces...


—Ouch —gruñó.


—¿Qué? —Me detuve. Pude probar la humedad de su sexo en mi lengua, pero no me atreví a tragar. Sostuve su agua en mi boca sin saber qué hacer. Las chicas en realidad no se tragan los fluidos, ¿verdad? Cogí un pañuelo y discretamente me limpié la boca mientras descargaba el exceso de líquido de la boca.


—No hay que usar dientes, bebé —gimió, con los ojos todavía cerrados—. No uses tus dientes.


Siempre recuerdo esa conversación que habíamos tenido en el medio de nuestra primera sesión caliente de besos reales.


—Bueno, cariño, ¿qué quieres que haga? ¿Quitarme los dientes para dar una buena mamada?


Sus ojos se abrieron tan rápido, que era casi divertido. Tenía una expresión de asombro en ellos y en poco tiempo inclinó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada profunda. Los dos terminamos riendo. El estado de ánimo del sexo se había ido un poco para entonces. Pero él me había instruido cómo debería hacerlo la próxima vez que... lo hicimos.


—Recuerda cubrir los dientes con los labios —me había dicho.


Supuestamente era lo que querían los chicos. La mejor manera de dar un buen golpe con el trabajo y mantener sus dientes, también. Así que después de esa noche, había practicado rizando mis labios sobre los dientes. Sabía que sonaba bastante raro, pero funcionó. Practiqué deslizando mi dedo dentro y fuera de mi boca y encontré la diferencia
que hizo a mi nueva habilidad.


Me reí entre dientes ante el recuerdo.

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