martes, 18 de noviembre de 2014
CAPITULO 1
Joaquin se veía tan hermoso cuando yacía de espaldas, con los ojos cerrados.
Como si estuviera soñando. Sus labios se curvaron en una
sonrisa sutil. Mis ojos siguieron los rasgos perfectos de su hermoso rostro. Sus pestañas eran gruesas, negras y largas contra su hermosa piel pálida. Pestañas tan hermosas que harían sentir celosa a cualquier chica. Tenía pómulos cincelados suaves y parecía un ángel de la tierra.
No. Él se parecía más a un sexy dios griego.
Mi corazón se apretó con angustia cuando me incliné sobre él para presionar mis labios con los suyos. Una pesadez centrada en mi pecho. Sus labios eran tan... fríos. Oh, Dios. Tan. Frío. Helado. Frígidos. Rígidos. No calientes, suaves y acariciables como solían ser.
Pero eso no debería sorprenderme, ¿debería?
Joaquin se encontraba muerto.
Ese dulce aroma de la colonia que siempre derretía mi interior cada vez que se acercaba a mí ya no se encontraba allí. Fue reemplazado por una extraña mezcla de líquido para embalsamar y lo que sea que utilizaron para preservarlo para su gran día.
El brillante ataúd de roble se encontraba alineado con un interior de color crema y él se veía tan inmaculado en su oscuro traje gris y corbata azul mientras su cabeza reposaba en la suave almohada de raso.
Tragué duro, lágrimas calientes rodaban por mis mejillas.
Las primeras de muchas a caer en las próximas semanas y meses. Dios, lo extrañaba mucho. Me dolía el corazón por él. Para hablar con él de nuevo. Para preguntarle qué pasó esa noche. Por qué realmente bajó cuando había salido con sus supuestos amigos, Pedro y Daniel. ¿Por qué habían sobrevivido mientras él moría de frío? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
Yo solo tenía veintidós años. Los dos lo teníamos. Era una locura pensar que la vida podría terminar tan pronto, cuando en realidad no habíamos empezado a vivir.
Sabía que la vida podría lanzar algunas locas bolas en curva y siempre había que tener el bate en la mano, pero nunca pensé que iba a ser eliminado así. Nunca pensé que Joaquin estaría fuera de juego tan pronto.
Había parecido tan... inmortal. Como si tuviera todo su futuro por delante. Esto solo me enseñó una cosa: que cada día era un regalo. Un regalo para abrir y disfrutar plenamente.
Cuando te despiertas por la mañana y te das cuenta de que aún podías respirar, era para ser considerado un valioso presente. Algo que nunca volvería a dar por sentado de nuevo. Alguna vez.
Me enteré de que nada está prometido para mí. No fue lo que me pasó, pero lo que pasaba en mi interior era lo que tenía el control sobre ello. Me hubiera gustado que fuera más fácil ponerlo en práctica que decirlo. Yo era un desastre emocional. Hecho trizas.
Era inconsolable en estos momentos.
Se dice que el tiempo cura las heridas, pero creo que se
necesitaría un infierno de mucho tiempo, autoanálisis y terapia para superar lo sucedido.
¿Cómo iba a mirar hacia adelante a un futuro sin Joaquin en él?
Quién fuera que dijo que era mejor haber amado y perdido,
obviamente no conocía el insoportable dolor de corazón de que la única persona que amas más que nada en el mundo, sabiendo que nunca serás capaz de agarrarlos o hablarles de nuevo. Mi corazón no se rompió cuando me enteré de la muerte de Joaquin, se hallaba partido en mil millones de pedazos minúsculos y no sabía si alguna vez tendría el
valor de volver a juntar lo que me quedaba.
Joaquin me entendía.
Entendía lo que era ser… diferente. Crecí sin saber quién era mi verdadero padre, y tuve problemas con mis curvas y encajando en el instituto. Era extremadamente alto, pesado pero firme y musculoso. El capitán del equipo de fútbol Rexton High, con un promedio perfecto de 4.0. Las chicas se desmayaban encima de él en los pasillos de sus
casilleros. Bueno, era una de ellas, pero no pensaba que tendría una oportunidad con él hasta que me pidió salir. Me encontraba sorprendida. Mi garganta se había cerrado en aquel momento. No podía hablar. ¿Por qué yo? ¿Por qué me había elegido a mí cuando podía tener a Mandy, la reina del baile, o cualquiera de las preciosas animadoras?
¿Por qué me eligió a mí siendo tan simple y desaliñada?
Joaquin venía de una buena familia. Una adoptada. Algo como yo.
Solo que fueron mis extraños abuelos que me cogieron cuando mi madre murió, lo que había dejado otro agujero en mi alma. El padre de Joaquin era algún pez gordo, fiscal asistente y miembro prominente de la comunidad. Había adoptado todos sus hijos desde que no podía engendrar por su cuenta como Joaquin me contó una vez. Sus palabras,
no las mías.
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